lunes, 20 de enero de 2014

Sueños.

¡Ey! ¿qué tal os va, lectores inexistentes? ¿todo bien? ¿disfrutando de un día perdido no muy distinto al de ayer? Bueno, la verdad es que sí que hay una pequeña gran diferencia... HOY ES LUNES. Dichosos Lunes, no sirven para nada... estás demasiado acostumbrado a tocarte las narices todo el fin de semana y es el día de 'bah, quedan muchos días por delante, hoy no hago nada' y esto no me lo neguéis, cacho de vagos. Pero si lo pensáis, el no querer hacer nada, el apartar todas las obligaciones (que estando en segundo de bachillerato la verdad es que debería hacerles mucho más caso) nos da tiempo a hacer lo que realmente queremos. Hoy por ejemplo estoy esperando a que se cargue la batería de la cámara buena de mi padre (se la voy a robar así de jajas) para salir a sacar fotos a los patos de un lago que está en mi ciudad y así aprovecho para bajar la comida patinando. ¡Oh! Hoy he comido berenjenas con tomate y mozzarella, y mira que no soy admiradora de la verdura, pero he de reconocer que esta receta me ha sorprendido bastante, está deliciosa.


Os dejaría un enlace con la receta, pero estoy vaga así que creo que si queréis la podéis buscar vosotros.

En realidad quería aprovechar esta entrada para compartir lo que soñé la noche pasada. Según Sigmund Freud   los sueños sirven para comunicar todo aquello que la mente consciente no puede aceptar   pues bien, creo que a partir del sueño que he tenido se pueden deducir muchas cosas de mi subconsciente:

En el sueño, tendría yo 5, 6 o 7 años más que en la actualidad y vivía con mi novio en una ciudad rodeada por un gran río, algo así.


Las casas eran altas, pero no llegaban a ser pisos, además estaban hechas de madera y había un sol resplandeciente, que se reflejaba en las aguas del río y daba una gran sensación de tranquilidad.
Mi novio había salido a dar una vuelta y yo fui a las afueras de la ciudad, que estaba rodeada de montañas, donde encontré un amuleto que me podría cambiar mi apariencia completamente durante algo menos de una hora. Lo use y al ir hacia el puerto me encontré a mi novio luchando contra ovejas mutantes en la planta alta de uno de los edificios, por lo que subí apresurada a ayudarle y entre los dos acabamos con todas ellas de un modo no muy... agradable. Bajamos al puerto a descansar y olvidando que no tenía mi apariencia le dije que que le parecería cenar juntos por las tiendas que rodeaban el embarcadero. En un principio me miró extrañado, entonces me di cuenta de que en lugar de ser yo, tenía la apariencia de una mujer con el pelo negro azabache cayéndome en ondas por la espalda, rasgos afilados y tremendamente esbelta. Iba a decirle quién era, pero justo (para mi sorpresa) aceptó y se acercó a mi mucho. Vi que tenía una sortija en una de las manos (esto me sorprende mucho porque conscientemente pienso que el matrimonio es una tontería y menos tan joven) y le pregunté que qué era eso en un último intento de que se echase atrás en su propósito de conquistar a una desconocida, pero no lo hizo y en ese momento, volví a mi aspecto de siempre. Discutimos por primera vez y recorrí la calle principal de la ciudad pensando que había estado viviendo en una mentira y que nunca me quiso, corrí hasta las montañas y subí por las laderas hasta llegar a un precipicio, donde con los ojos llorosos escribí en una piedra 'estaré contigo el resto de mis días' y acto seguido me precipité al vacío. Ahí sonó el despertador, las 7:00, hora de levantarse.

Ha sido uno de los peores sueños que he tenido nunca.
Pero los sueños, son solo sueños, ¿verdad? de todos modos no quiero pensar en ello. Ya escribiré posts menos deprimentes con el tiempo, espero. Un abrazo.

Laura.

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