domingo, 20 de julio de 2014

Kentang.

Según dicen los escritos, tras la guerra de los mil años entre las dos únicas ciudades de Polonyus, Pylori y Nijaru, hubo una gran tormenta que duró 20 años, 20 años sin sol, 20 años de oscuridad, 20 años de frío... 
Cuándo la tormenta cesó la gran nube fue dejando de escupir agua, pero bajaron las temperaturas y las nieves empezaron a ser continuas, la superficie se congeló. 
Los habitantes de Pylori, gente hábil, con ayuda de grandes gruas de madera, se protegieron del frío con una enorme fortaleza de piedra.
En cambio los habitantes de Nijaru, empezaron a habitar las cuevas y sobrevieron como sus antepasados.
Las cosas fueron bien, hasta que la tierra escupió al dragón del hielo.

Desde la guerra, las relaciones entre los habitantes de Pylori y los de Nijaru se tensaron, ambos culpaban al otro pueblo del devastador deshielo, pero la aparición del dragón del hielo hizo que se viesen obligados a prestarse ayuda, ya que solos no eran capaces de hacerle frente.
Una vez cada 7 lunas el dragón salía de caza, y los habitantes de Nijaru necesitaban esconderse en la fortaleza de piedra de Pylori para no ser devorados, al igual que la gente de Pylori necesitaba de los alimentos del bosque que estaba al lado de Nijaru, ya que el que tenían cerca estaba repleto de cosas venenosas y más de un Pyloriano había muerto debido a eso.



Un lustro después de la aparición del dragón del hielo, al que acabaron apodando Kentang por el sonido que hacía unas horas antes de comenzar su masacre, el rey de los Pylorianos y el rey de los Nijaruianos, decidieron pactar y enviaron cada uno 100 de sus mejores hombres bajo el liderazgo del rey de los Nijaruianos, a la matanza del dragón, para así, al fin terminar con tanta destrucción.
Y pasaron las semanas y solo dos personas volvieron, un soldado de la retaguardia del ejercito Pyloriano y el rey de Nijaru.




Ambos pueblos estaban refugiados en la gran fortaleza de piedra de Pylori, esperando al regreso de sus seres queridos, los centinelas de las torres vislumbraron a lo lejos dos siluetas recortadas en la oscuridad tambaleándose hacia la fortaleza, parecía que estaban heridos. Salieron a por ellos y descubrieron que eran un soldado y el rey de Nijaru... fueron los únicos supervivientes de la misión, la verdad cayó como una piedra sobre los familiares de los caídos, que volvieron a sus casas a lamentar la pérdida. En una de esas casas, recostada contra la fría pared estaba una chica de unos 15 años, tenía los rasgos afilados y los ojos de un verde esmeralda, el pelo negro como el carbón le caía formando ondas por la espalda. 




La chica sostenía un anillo en forma de copo de nieve en la palma de su mano derecha mientras lágrimas frías como el hielo le recorrían las mejillas, su hermano mayor, que era la única familia que le quedaba, había muerto, y eso era lo único que le quedaba de él. Suspiró y miró por la ventana, el viento mecía las hojas del bosque cercano a Pylori, lo llevaba viendo toda su vida, le tranquilizaba... pero ya no, sentía como si ese hubiese dejado de ser su hogar.

Las peores noticias que podía recibir, se hicieron realidad.
Las lesiones de las piernas le impedirían volver a caminar con normalidad, se había convertido en un tullido con apenas 19 años. El jovencísimo solado de la retaguardia, jamás volvería a empuñar su espada de acero baneado y tampoco portaría su yelmo de acero para defender a los habitantes de Pylori. Era una pérdida bastante importante entre las filas del ejército Pyloriano ya que era un joven robusto y alto y de los pocos que acataban las órdenes de llevar el pelo rapado en señal de respeto.
Aún así conservaba algo que el resto de solados había perdido, su vida.

La chica lloró hasta quedarse dormida y se despertó al alba con el ruido de los ciudadanos de Nijaru abandonando la fortaleza; el peligro había pasado. Dio una vuelta por la casa arrastrando los pies, no tenía ninguna herida, pero parecía más muerta que viva ¿qué iba a hacer? esa casa le traía demasiados recuerdos, no podría quedarse allí mucho tiempo. Se miró en una basta piedra pulida que reflejaba su imagen algo distorsionada, tenía la cara enrojecida y el pelo alborotado, pero le daba igual, cogió su túnica y se la ató al hombro como solía hacer siempre para salir de casa. En cuanto abrió la puerta, el frío le golpeó con fuerza en la cara. Empezó a caminar sin un rumbo fijo durante varias horas por toda la extensión de la fortaleza, hasta que vio de lejos al único soldado superviviente, sentado sobre una roca cerca del muro de piedra que conducía al bosque.

Tras abandonar el sanatorio el soldado se dirigió a la casa que la milicia proporcionaba a los heridos de guerra, caminando con dificultad a causa de las heridas todavía abiertas y con el dolor agravado por culpa del frío. Llego a su casa y se quitó la capa y encendió un fuego para calentarse, se quedó dormido al instante. Esa noche tuvo muchas pesadillas y en todas aparecía el gran dragón blanco del hielo y en todas veía como morían de maneras distintas y dolorosas sus compañeros de la armada.
En una de ellas él mismo moría y con su muerte, se despertó al instante. Era de día, sin haberse cambiado las ropas y sin desayunar se ató la capa y salió a la fría calle en busca de un lugar donde pensar.
Acabó en la roca cercana al bosque donde una vez su padre le enseñó a silba. Estuvo unos diez minutos sentado hasta que vio hacercarse a una joven muchacha de pelo negro.

Los soldados siempre la habían intimidado pese a que su hermano siempre le había dicho que no debía ser así, pero aquel chico parecía más joven que los miembros del ejército que de vez en cuando iban a comer a casa, así que se acercó con pasos vacilantes y carraspeó para llamar su atención, parecía perdido en sus recuerdos.
- Mi her...-dijo con un hilo de voz- mi hermano formaba parte de tu pelotón -continuó con voz firme- Alex Oidelle, era -se le quebró la voz al decir la última palabra, le costaba asimilar que ya no estaba- algo más mayor que tú, parecido a mi, pero bastante más alto y con una cicatriz en la mejilla -miró al suelo y cerró los puños con fuerza- ¿sabes cómo murió? -las lágrimas estaban volviendo a sus ojos, pero debía contenerlas, no le gustaba parecer débil- ¿Luchó hasta el final?

Cuando la chica le dijo el nombre de su hermano, automáticamente recordó todos los consejos que le dio para sobrevivir cuando luchasen contra el dragón, era un buen tipo, y le costó mucho explicarle como murió.
-Si, conocía a tu hermano, era un buen hombre y un gran soldado-dijo con un hilo de voz muy débil, a causa del dolor de las heridas- El murió, defendiendo al rey, por culpa de un zarpazo de Kentang- Recordó como aquella zarpa helada segaba la vida de su compañero- luchó hasta que no pudo más, siento no haber podido traerle a casa con vida.

-Él es... -cerró los ojos con fuerza durante unos segundos- era así, siempre fiel a los suyos -bajó los ojos a las heridas de la pierna del soldado- tranquilo, no pudiste hacer nada, lo entiendo. Eso debe de doler -dijo haciendo una mueca y señalando con la cabeza una brecha que se le extendía al chico por todo el muslo-

Tras decir eso, giró la cabeza y miró los árboles que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Ella solía jugar allí con su hermano de pequeña, ambos corrían entre los árboles persiguiendo a las extrañas criaturas que allí habitaban, pero nunca cruzaban más allá de las montañas, no era seguro.

-Sí, duele bastante- dijo mientras se acariciaba la pierna, para calmar el dolor-, pero hubiese preferido morir allí ¿sabes? no me queda absolutamente nada aquí y ahora soy un maldito tullido, no puedo luchar y nadie me dará un trabajo, ahora no valgo para nada.- Tras terminar la frase, el solado vió como una lágrima caía por la mejilla de la chica, mientras contemplaba el extenso follaje.- Siento lo que he dicho.- Dijo, tras eso hubo un largo e incómodo silencio- Por cierto, no me has dicho tu nombre.

-No deberías decir eso, agradece estar vivo... hay gente que no ha tenido tanta suerte como tú ¿sabes? -dijo con la voz fría y manteniéndole la mirada, pero no fue capaz de reprimir un par de lágrimas- además, seguro que hay algún modo de curar eso, nunca he confiado de todo en los médicos de aquí, no tienen mucho material con el que trabajar -agitó la cabeza para apartarse un mechón de pelo negro que le había caído en la cara- Lilian, Lilian Oidelle -retrocedió un par de pasos y se sentó en una roca que había en frente de la del chico- mi padre era Jace Oidelle, el médico de aquí, por eso te lo digo... aquí no tienen muchos recursos, no deberías ser tan negativo ¿y tú cómo te llamas? -la verdad es que nunca le había importado mucho la vida de las otras personas, pero era agradable poder hablar con alguien en estos momentos.



-Siento haberlo dicho, es solo que... Ahora me siento un inútil, no puedo hacer absolutamente nada- El dolor que le causaban las heridas cada vez iba a mas, por culpa del frío- No me suena tu nombre, pero...¿Sabías que el apellido Oidelle es de procedencia Nijauiana?- dijo con con un tono bastante burlón- Sí, conocía a tu padre, el me vendó el brazo cuando me caí de una tapia de la gran muralla jugando con unos amigos- No sabía muy bien porque le estaba contando aquellas cosas a esa chica que nunca había visto- Me llamo Bruce, Bruce Gotten, encantado.

Lilian levantó ambas cejas y esbozó lo que podría considerarse la sombra de una sonrisa, la primera desde la muerte de su hermano.
-¿De Nijau? ¡Antes muerta! -dijo soltando un sonoro bufido, pero el chico tenía razón, sus ancestros eran de allí, antes de la guerra de los 1000 años ambos pueblos convivían en harmonía como uno solo- Encantada, supongo.
Una ráfaga de viendo atravesó las puertas de la muralla y se metió entre la túnica de la chica, provocándola un escalofío que la devolvió a la realidad, la asquerosa realidad.
-Ayer, en el Bar del oeste de la fortaleza, oí hablar a un par de hombres sobre un médico que habita en una cueva de las montañas heladas -las lágrimas se le habían congelado en las mejillas, así que se las empezó a quitar con las uñas, no debía de ser una imagen muy agradable- pero iban por la tercera jarra de Hidromiel, dudo que dijesen nada coherente.

-Oh, creeme que sí, en las guardias de noche en las puertas de Pylori, tenía mucho tiempo para estudiar las ascendencias de los nombres y apellidos mas comunes de Polonyus y tu eres bastante Nijauina- Bruce continuó con ese tema, para apartar el de la muerte del hermano de Lilian- Pero no debes sentirte mal por tener esa ascendencia, son gente realmente agradable.- Tras unos segundos en silencio, sintió como el helado frío del norte se colaba por las puertas de la muralla, haciéndole retorcerse de dolor.
-No conozco ese bar- Estaba mintiendo, ese lugar era muy frecuentado por los soldados en sus ratos libres, ya que estaba al lado del cuartel, pero sin saber el motivo, quería pasar algo de tiempo con Lilian, ya que no tenía a nadie con quien hablar- ¿Me podrías llevar hasta el?- Bruce comenzó a reir de una manera leve, cuando sin apenas resultado intentaba quitarse las lagrimas heladas de la mejilla- Si te humedeces los dedos con saliva se quitan mejor.









Lilian entrecerró los ojos e hizo lo que el soldado le había recomendado, y en efecto, en nada volvió a tener las mejillas secas, aunque ahora eran los dedos los que tenía medio-congelados así que se frotó las manos con fuerza.
-El bar ha cerrado. Por lo que he oído, Ewin ha perdido a su marido y no se ve capaz de llevar el negocio sola -definitivamente hoy no era ella la única persona que lo había perdido todo, y eso en cierto modo la reconfortaba... ¡no! ¿cómo podía estar pensando eso? sacudió la cabeza para olvidarlo- es una lástima todo lo que está pasando, si pudiese, acabaría con ese maldito dragón yo misma -resopló y miró a su nuevo ¿amigo? no, más bien compañero de desgracias- lo que sí que tengo claro es que no pienso quedarme aquí ni un minuto más, todo me trae demasiados recuerdos.

-Pues menuda faena, no me vendría mal un médico antes de que esto termine en gangrena y tengan que amputar ambas piernas- un profundo escalofrío le recorrió el cuerpo con esa imagen- Sí, ha sido una tragedia para todos, al menos ahora los caídos están bajo la protección de los Dioses- Posiblemente eso no sería consuelo para Lilian, pero era lo único que Bruce podía hacer por su nueva amiga.- ¿Y dónde tienes pensado ir? No hay muchos lugares donde te puedas refugiar del frío.

La chica se levantó de la fría roca y agitó la túnica para quitar los restos que se le habían pegado. Le rugía la tripa, pero no se veía capaz de comer así que le dirigió una mirada decidida a su amigo.
-Si de verdad existiesen esos dioses, no hubiesen permitido que una criatura como Kentang morase estas tierras -se cruzó de brazos, pensativa- ¿Conoces el bosque que hay entre el desierto de los dragones y Nijau? ahí hace un poco menos de frío, el calor que irradia el volcán del desierto funde la nieve. Pero es arriesgado, la cueva de Kentang está cerca y los Nijaurianos no estarán contentos de tener gente de Pylori tan cerca de su pueblo -ladeó la cabeza, haciendo que la larga cabellera negra le cayese por un hombro- supongo que es una estupidez pedirte que me acompañes, aunque ahora que lo pienso, quizás esos hombres tuviesen razón sobre lo del médico de las montañas, hay leyendas sobre un antiguo pueblo mágico que allí habita, pero claro, son leyendas -Lilian hizo una mueca, no estaba bien lo que le estaba pidiendo, además estaba tomando decisiones de una manera demasiado espontánea-

-Si hubieses visto lo que yo he tenido que ver en las batallas te aseguro que si creerías en los Dioses- Hablar de estos temas siempre había incomodado a Bruce- Claro que conozco ese bosque y te podría llevar encantado, pero... ¿Que gano yo con eso?- Bruce estaba realmente soprendido con la petición de Lilian, se acaban de concer y le había pedido que le acompañase hasta ese bosque ha sabiendas de su estado, eso hice que su instinto de soldado se activase he hiciese la pregunta mas equivocada de su vida- Aún confías en que tu hermano viva, ¿no es así?


Abrió mucho los ojos, Bruce había calado sus intenciones casi al instante.
-Sé que es una posibilidad muy remota -agarró la tela de la túnica con fuerza, nerviosa- pero no sería la primera vez que pasa ¿verdad? hace 6 años -dijo mientras respiraba agitadamente- encontraron a un soldado muerto en el bosque encantado, pero el cadaver era reciente, y le dieron por muerto meses atrás ¿y si a mi hermano le pasa lo mismo?

Estaba empezando a convencerse a si misma, y eso le daba miedo, quizás estuviese depositando sus esperanzas en una mentira y estuviese arrastrando a este chico a una muerte segura, pero tenía una corazonada.

-Las montañas nos pillan de camino, debemos cruzarlas -la chica se acercó a las heridas del soldado- y en el supuesto pueblo de las montañas -''el cual dudo que exista'' se dijo a si misma- es la única salvación para tus piernas, eso es lo que ganas.

-No estés nerviosa- dijo con una voz compasiva, mientras se calentaba las piernas con las manos- en una situación así yo también pensaría que mi familiar está vivo, sinceramente veo muy difícil esa posibilidad- dijo con dureza- pero si lo está lo encotraremos- estaba mintiendo, sabía con mucha certeza que no le encontrarían, pero necesitaba a ese médico con mucha urgencia.
-Entonces...¿A qué hora partimos?

Aquí cada uno tenía un interés particular, y ella lo sabía, intuía que Bruce estaba seguro de que su hermano había muerto, y quizás ella también lo estuviese, quizás lo único que quería era alejarse de la fortaleza por un tiempo. Pero no podía hacerlo sola, no con los peligros que había ahí fuera.
- ¿Qué te parece hoy a media noche? -susurró decidida- se supone que yo ahora soy una huérfana de guerra, no me dejarán salir, me meterán en uno de... esos lugares -se estremeció al pensar en aquellos niños delgados a los que cuidaban en el edificio gris, si a eso se le puede llamar cuidar, claro- debo salir escondida de algún modo, y cuanta menos luz haya, mejor. Además, debemos preparar provisiones y algún arma -la simple idea de ir armada le resultaba interesante ya que su hermano siempre se había negado a que tocase su espada, por mucho que ella se lo pidiese, y obviamente eso incitó más a que se la robase por las noches y practicase con ella- y bien... ¿qué te parece? ¿algo que añadir?









Para Bruce hablar con Lilian era bastante incómodo, ella se quedaba callada mirando al infinito y Bruce sabía que en su interior una llama de esperanza estaba naciendo en su interior pensando en su hermano y en que aún podía estar vivi, y eso le hacía sentirse incluso algo mal, porque la iba a acompar por intereses propios.
-Creo que es mejor que, estemos en la puerta 7, seis minutos antes de media noche, es justo el momento del cambio de guardia y en esa puerta hicieron un pequeño pasadizo por si alguna vez surgía la necesidad de un ataque sorpresa al exterior.- En cierto modo, quería impresionarla con sus conocimientos sobre la muralla- Y descuida, te prometo que no acabarás en ese orfanato- "No creo que ninguna familia te adoptase" pensó- De acuerdo tu lleva una bolsa con provisiones y te prestare mi espada, yo llevaré mi mandoble.

La chica asintió y ambos comenzaron a andar hacia sus respectivas casas a prepararse, sin despedirse. El viento atravesaba las puertas y las ventanas de las casas del interior del fuerte provocando un ruido agudo, pero bastante agradable, así que Lilian se centró en ese sonido y poco a poco dejó de oir las voces de las personas hablando en cada esquina sobre la desgracia.
Llegó a su casa y vació la despensa en un saco, que luego ató con una cuerda. Sabía hacer nudos, hace años iba con gente de su edad a pescar ranas al río... ahora ese recuerdo le parecía muy lejano. Se puso tres blusas, una encima de otra y luego su vieja túnica por encima, a la que ató el saco. Pesaba como un perro muerto, pero estaba segura de que podría llevarlo durante bastante tiempo. Las horas pasaron y se encontró puntual con Bruce en la puerta 7. Llevaba la capucha puesta y esta le tapaba la mitad de la cara, esperaba que la reconociese.

Nada mas llegar a su casa, Bruce se puso su pesado uniforme de batalla y se miró orgulluso en una especie de espejo que había en vestidor, jamás volvería a andar con normalidad y la sonrisa que esbozaba enseguida se convirtió en una amarga expresión que desembocaron en unas cuantas lágrimas pensando en todo lo que se perdería.
Pero en seguida se secó, y se puso encima el poncho de piel de Trasgo para protegerse del frío y se anudó por encima la capa para camuflarse lo máximo posible con la noche. Cogió el pesado mandoble y enfundó su espada en el cinturón.
Llego un minuto tarde a la puerta 7, pero Lilian ya estaba esperando.
-¿Estás lista?- preguntó retoricamente- Sígueme, el pasadizo está a unos metros de la puerta, basta con mover un poco esa roca.
Lilian siguió los pasos de Bruce, pisaba donde él pisaba ya que casi nunca había salido de su casa de noche y sus ojos no estaban acostumbrados a la oscuridad. Llegaron al pasadizo y ayudó al chico a mover la roca. La luz de la luna se colaba por los entresijos del pasadizo y le daba a las paredes un tono azulado, aunque conforme avanzaban se iba haciendo más oscuro.
- ¿Queda mucho? -preguntó en un susurro, y al instante se arrepintió, era una pregunta demasiado infantil, pero las paredes del pasadizo estaban muy cerradas y tenía un poco de claustrofobia-
-El muro tiene un grosor de veinte metros,-le dijo a Liliam- pero este pasadizo es más extenso, porque está diseñado para preparar una emboscada y salir justo al lado del enemigo, pero tranquila quedarán unos 30 metros, además en poco el pasadizo aumenta su tamaño y podrás ponerte de pie- Continuaron el camino en silencio y cuando llegaron al final Bruce empujó la piedra como una vez en su adiestramiento le enseñaron. Hacía un frío helador, y el viento aumentaba esa sensación.- Bueno ya estamos- soltó Bruce nada más salir- Empecemos a caminar y avísame si ves algún Solanum, te arrancan la cabeza solo con acariciarte- dijo mientras sostaba una fuerte carcajada.

En cuanto salieron del del pasadizo, el frío les arremetió con fuerza y Lilian sintió como si le diesen un puñetazo en la cara con una mano helada.
- ¿Qué? -dijo parándose en seco- ¡No tiene gracia! ¡Dame la espada ahora mismo! -estaba respirando agitadamente, y el frío hacía que se le helase la garganta. Una gruesa capa de escarcha cubría el tronco de los árboles y de las hojas caían carámbanos de hielo, aun así, si te fijabas bien podías encontrar frutas de todos los colores escondidas entre el monótono blanco invernal, pero no debían comer nada, al menos no en ese bosque.

-Jo, que poco sentido del humor tienes- dijo Bruce con gran pesar- aquí tienes la espada, pero ten cuidado con ella y no la uses a no ser que sea, estrictamente necesario, esto no es un juguete- Posiblemente Liliam ya lo supiese, ya que su hermano, también usaba armas así- Ahora debemos decidir, seguimos el Sendero del Pájaro Azul o vamos hacía las montañas atravesando el bosque?- Para Bruce y sus piernas lo mejor era el Sendero, pero era mas fácil que les descubriesen, pero ir por el bosque les resguardaría bastante del frío.

Apoyó las manos en las rodillas y suspiró profundamente aliviada... así que era broma ¿cómo podía haber sido tan tonta? estaba acostumbrada a tratar con los amigos de su hermano, altos cargos del ejército que todo lo decían en serio y con el ceño fruncido, pero definitivamente Bruce no era así.
- Quizás en algún momento tengas que enseñarme a usar este trasto bien -dijo blandiendo la espada enérgicamente en el aire- he estado aprendiendo por mi cuenta, pero claro, no es lo mismo -rió levemente y entornó los ojos para mirar los dos caminos, que se bifurcaban y se extendían hasta donde alcanzaba la vista- creo que será mejor el sendero, pero debemos encontrar algún lugar donde pasar la noche, se avecina una tormenta por el norte y quizás nos impida avanzar durante unas horas -dijo señalando el cielo con la mano que tenía libre de la espada-

-No es tan difícil como los soldado hacemos creer, en un combate olivas todo tu adiestramiento y acabas dando palos de ciego, y solo piensas en como defenderte de los ataques del otro- dijo quitando importancia a sus capacidades como espadachín- Sí tal vez sea mejor ir por el sendero- Menos mal que iban a ir por ahí, pensó Bruce- No hay muchos sitios donde refugiarnos, pero basta con que hagamos el campamento en la cara sur de una gran roca y estaremos protegidos, pero Lilian, ¿cómo sabes que viene una tormenta por el norte?- preguntó bastante sorprendido

Lilian envainó la espada en la funda de su hermano que había cogido de casa y llevaba atada a la cintura. Escuchó a Bruce atentamente sin dejar de andar, lo que le costó varios tropiezos.
- ¿Y cuánto nos queda para llegar allí? -preguntó preocupada mirando al cielo, la gran nube cada vez se acercaba más a donde ellos estaban y había comenzado a hacer viento, mucho viento- Oh, mi madre -'la cual murió en una tormenta...irónico ¿verdad?' pensó la chica- me llevaba con ella a trabajar en los cultivos, y ahí es muy importante conocer el tiempo que hará... y hay cosas que delatan una tormenta -dirigió los ojos a su amigo y esbozó una media sonrisa- quizás te las enseñe cuando tú me enseñes a usar la espada, estoy seguro de que sabes hacer algo más que agitarla como si fueses un mono rabioso.

-No suelo acampar mucho, detrás de grandes rocas, es mas nunca me había escapado de la gran muralla, a si que no se cuanto falta para la mas cercana, aunque espero que mucho- al terminar la frase, empezaron a caer los primeros copos de nieve de la tormenta anunciada por Lilian- Aunque debemos darnos prisa, seguro que en poco, cae con mas fuerza- dijo bruce, preocupado por sus heridas- Y descuida mañana mismo te enseñaré algunos movimientos básicos con la espada, aunque es mucho mas importante el juego de piernas- En el fondo a Bruce le era indiferente saber como detectar una tormenta, pero era necesario que Lilian supiese defenderse, por si el en algún momento no podía- Eres afortunada, yo no conocí a mi madre y mi padre era soldado, y de lo único que hablaba era de la guerra de los mil años.

Lilian entornó los ojos al oír a Bruce decir lo del juego de piernas, no sabía si lo había hecho a propósito, pero le dolía que su amigo pudiese perder la capacidad de combatir, que según lo poco que le conocía, era lo que le definía.
-¿Entonces no le solías ver mucho por casa? -preguntó, y se sintió mal al instante, en Pylori les decían a los niños desde pequeños que meterse en vidas ajenas no estaba bien- disculpa, no quería...
La chica dejó de hablar de repente, la nieve estaba empezando a caer con mucha más intensidad y si no encontraban un sitio donde refugiarse rápido, morirían congelados.
- ¡Debemos darnos prisa! -gritó nerviosa- ¡Corre! ¡Cojamos madera por el camino!








Tranquila, no pasa nada, no, no estaba mucho por casa, pero le veía sus días de descanso, y entonces lo pasabamos bastante bien- hablar de eso le recordaba lo solo que estaba, pero debia parecer fuerte delante de Lilian para que no se preocupase- Allí se ve una roca, no es muy grande pero para hoy nos valdrá- la verdad, el comentario de ¡corre! vamos a por madera, por su condición claro- Será mejor que vayas tu a por la madera y yo iré montando el campamento e iré sacando provisiones.

En cuanto vio su reacción se dio cuenta de que no debía haber dicho eso último, pero le parecía innecesario volver a disculparse, bueno, más bien el hecho de disculparse en si le parecía estúpido ¿qué iban a arreglar unas simples palabras?
- Es un buen plan, ten -dijo sacando una gran tela de color granate que tenía en el saco- esto servirá, siento no tener más... nos vemos en la roca, ahora vuelvo
Lilian se ató la túnica con más fuerza y empezó a correr hacia donde el bosque estaba más espeso y había ramas más bajas, antes de adentrarse se despidió con la mano de él, aunque tampoco iba a tardar mucho. Pese a estar totalmente congelado, se oían ruidos dentro del bosque, debía de haber bastantes animales.
La muchacha sacó la espada y empezó a cortar ramas, que fue guardando en su saco, cuando ya llevaba más de una docena, vislumbró a lo lejos un conejo, bueno, quizás fuese una liebre. El animal estaba aturdido por el frío, así que la chica se fue acercando a él con la espada en alto, dispuesta a cazarlo, pero el animal se giró cuando ella estaba apunto de asestarle el golpe mortal. Tenía los ojos negros y el pelaje cubierto de nieve... no, definitivamente no podía matarlo, así que guardó la espada y lo envolvió con el forro de la túnica para que no se congelase mientras emprendía el camino de vuelta, anduvo durante unos instantes y vio a Bruce a lo lejos, aceleró el paso.

Vio a Lilian alejarse hacia el bosque hasta que ya no la distinguía por culpa de la nieve y el espeso follaje.
Empezó a montar la tienda con un eje de madera y quito la nieve donde doririan, extendió dos pieles de oso donde dormirian y salió al frío paramo e hizo un circulo de piedras donde harían la hoguera para calentarse y esperó a Lilian unos minutos.
Cuando la vio acercarse, tenia un conejo en los brazos.
-Muy bien, ¿esa es la cena? ¿por que no está muerta?
-Pensé que te gustaría más 'al dente' -bromeó ella, pero la verdad es que se sentía mal por no poder haber matado al conejo- de todos modos el pobre está en las últimas, no creo que aguante mucho más.
Dejó al animal en el suelo encima de una piel de oso y le echó un vistazo a la tienda, la verdad es que no estaba nada mal, les serviría para pasar la noche... aunque en esos momentos se alegraba muchísimo de haberse puesto tres blusas. Se acercó a la hoguera y fue colocando las ramas que había recogido, colocó las más secas por encima, sería fácil encender el fuego.
-Eh, ¿me ayudas a encender esta cosa? -preguntó desviando la vista a donde estaba Bruce, el chico estaba observando el conejo de espaldas a Lilian-

Bruce sacó su mandoble de hierro para acabar con la vida del conejo y tener algo que llevarse a la boca, pero mientras lo sacaba de la funda de su espalda el conejo le miró y simplemente no podia matarlo, la mirada inocente de aquel animal era mas fuerte que cualquier escudo jamás forjado, sabía que Lilian le estaba mirando, no podia parecer débil, tenía que pensar algo.
-El mandoble es demasiado grande para matarlo- dijo Bruce con mucha frialdad- hay que hacerlo con un cuchillo, si no no quedará suficiente carne- Bruce entonces se metió en la tienda. Se retiró las fundas que le protegian las piernas y empezó a aplicarse una pomada que le olia realmente mal, pero le calmaba unos horas. Pero recordar la mirada inocente de ese conejo hizo que se le saltasen unas lágrimas, que se secó enseguida, ya que Lilian podía entrar en cualquier momento.

Lilian se fijó en como el muchacho vacilió con el mandoble de hierro y por un instante pensó que quizás le hubiese pasado lo mismo que a ella, pero se quito esa idea de la cabeza, él era un soldado, se supone que tienen la sangre muy fría. Se sentó en la entrada de la tienda abrazando las rodillas con los brazos para mantener el calor corporal y estuvo así un buen rato. Oía los pequeños gemidos del chico al aplicarse la pomada, y eso le dolía un poco, no le gustaba que la gente sufriese, así que desvió la mirada al conejo para distraerse, pero le vio echado en el suelo, con los ojos cerrados y respirando entrecortadamente.
- ¡Bruce, Bruce! ¡sal de ahí! -dijo a media voz mientras se acercaba al moribundo conejo. El chico salió y Lilian le dirigió la mirada, tratando de contener las lágrimas- le pasa algo, no está bien

Mientras Bruce se volvía a colocar las protecciones para las piernas, escuchó a Lilian llamándolo, pero se tomó unos minutos para salir, pero cuando lo hizo, deseó no haber salido porque la imagen era la mar de desagradable. Lilian tenia los ojos rojos y brotaban grandes chorretones de lágrimas y en su regazo estaba el conejo que no pudo matar expulsando un espeso liquido amarillo por su boca.
-¿Qué narices le pasa?- preguntó Bruce.
-¿¡Que qué narices le pasa!? ¿¡Acaso no lo ves!? -le espetó Lilian de mala gana- ¡Se está muriendo! ¡Y no es por el frío! -añadió bastante preocupada- creo que se ha intoxicado, debe de haber comido algo en mal estad...-paró de hablar a la vez que el conejo lo hizo de respirar, la chica apretó los labios con fuerza y le acarició el pelaje, cuando de repente notó algo raro- Bruce, mira, es un bulto...no, una picadura -le revolvió el pelaje con más fuerza y la encontró, tenía dos agujeros y de ella salía un pus verdoso con bastante mal olor- esto no es bueno, nada bueno

Intentó tomarse lo mejor posible los gritos de Lilian, y para eso lo mejor que podía hacer era ignoralos, no quería empezar una discusión.
Se acercó a la los dos agujeros y los examinó de cerca.
-Es una picadura de serpiente de dos cabezas, ha tenido la mala suerte que le ha picado la cabeza venenosa, corre a la tienda y ten cuidado.
-He leído sobre ellas -dijo Lilian calmándose poco a poco mientras se refugiaba en la tienda- habitan en lugares como estos, aunque nunca he visto ninguna en persona -le echó un vistazo al cadáver del animal- no creo que podamos comérnoslo, no es seguro -sabía que eso último era inncecesario decirlo, al fin y al cabo, seguro que Bruce había recibido alguna clase de entrenamiento especial y sabía sobre el tema.
Lilian fue hasta su piel y se recostó sobre ella, sacó la espada y comenzó a examinar la hoja con cuidado.
-Deberíamos descansar, ¿Crees que es necesario hacer guardia?

La verdad, es que la calma que demostraba Lilian ante una serpiente de dos cabezas sorprendía mucho a Bruce.
-Esta noche no tendremos cena,no, pero creo que tengo algo de harina en la bolsa por si tienes hambre de noche- Bruce en los días que tenía libres del ejército no tenía nada para comer se llevaba eso a la boca, esperaba que a Lilan no le importase mucho- No creo que sea necesaria las guardias pero yo voy a estar despierto unos minutos mas por si veo a la serpiente y puedo acabar con ella, no me hace gracia la idea de que se cuele dentro de la tienda mientras dormimos.
-Harina... -susurró Lilian pensando que su compañero estaba bromeando, pero al ver su expresión se dio cuenta de que no era así- dudo que consigas dar caza a la serpiente, esos bichos son muy escurridizos, además nunca viajan solos, aunque caces una, habrá más -se dio cuenta de lo pesimista que sonaba y decidió cambiar de tema- Bruce -le estaba empezando a entrar el sueño, poco a poco se le cerraban los párpados, así que se recostó hasta sobre la piel para que su cara no quedase visible. La superficie estaba suave, pero a la vez dura, extremadamente dura... le iba a costar quedarse dormida allí- ¿crees que hay más dragones aparte de Kentang?

La verdad es que Lilian tenía razón sería muy difícil que acabase con las serpintes.
-Bueno partiré el conejo y lanzaré los lanzaré lo mas lejos posible para que no de acerquen mucho a la tienda.- a Bruce esas serpientes le causaban verdadero pánico.
-¿Mas dragones...?-esa pregunta a Bruce le estaba muy grande- bueno, si Kentag es hembra posiblemente haya mas de uno, pero espero que no sinceramente.- Pero cuando había terminado la frase Lilian ya se había dormido.

La luz del alba comenzó a entrar en la tienda, la tormenta había cesado y el sol hacía que la temperatura fuese bastante más agradable. Lilian comenzó a abrir los ojos poco a poco, en un principio pensó que estaba en casa, con su hermano, y que al bajar iba a encontrárselo preparando el desayuno pero siempre, pero en cuanto recordó todo, el mundo se le cayó encima. Bruce estaba sentado en la puerta mirando al exterior.
-¿Cuanto tiempo llevo dormida? ¿por qué no me has despertado? -preguntó mientras soltaba un gran bostezo y se encogía sobre si misma, tenía hambre- Deberíamos seguir avanzando


Tras cortar el conejo en varios pedazos, los lanzó lo mas lejos posible y acto seguido comenzó a escuchar los siseos de las serpientes de dos cabezas, pero luego nada, solo el silbido que hacía el viento al pasar entre dos rocas. También escuchaba a Lilian respirar y el sonido del fuego, todo eso poco a poco hizo que le entrase sueño y medio dormido consiguió llegar a la tienda y dormirse al instante.
Esa noche tuvo sueños bastante borrosos y oscuros aunque no eran pesadillas, uno de esos sueños hizo que se despertarse cuando iba a empezar el amanecer y Lilian seguía dormida.
Bruce salió de la tieda y recogió unos frutos verdes comestibles para el desayuno.
Cuándo volvió esperó unos minutos y Lilian apareció.
-Debes tomarte las cosas con mas calma, hoy hace un bue día, tomemos el desyuno y sigamos caminado- dijo Bruce con un tono bastante relajado.

Lilian entornó los ojos mirando a su amigo y expulsó todo el aire que tenía dentro, tratando de relajarse.
-Claro, tienes razón -comenzó a sacar las provisiones del saco con cuidado y las extendió delante de Bruce- elige lo que quieras, creo que en este bosque no podemos cazar, los animales podrían haber comido algo venenoso -un rayo de sol entró por un hueco de la tienda y deslumbró a la chica, haciendo que tuviese que taparse los ojos con el brazo- ¡Hace meses que no había visto un día tan bueno! -rió levemente y eligió una rebanada de pan duro de entre las provisiones, el chico hizo lo mismo. Comieron tranquilamente y guardaron todo de nuevo. Ambos muchachos salieron de la tienda y la desmontaron, para después empezar a caminar por el bosque en dirección a las montañas durante un largo rato.
-Mira -dijo la chica señalando algo que se movía entre los árboles- ahí detrás... ese pájaro tiene el tamaño de un buey adulto -añadió sorprendida- ya hemos caminado suficiente, ¿no crees? -preguntó alzando una ceja, con los ojos brillándole por el entusiasmo-
-Si es tan grande dudo que sea muy rápido, con un poco de suerte, esta será nuestra cena- dijo Bruce mientras sacaba su pesado mandoble y se acercaba de espaldas al pájaro- hazte a un lado,¿ no querrás mancharte de sangre las ropas?- dijo Bruce mientras soltaba una risa.
Bruce se acerco al pájaro de espaldas y clavó con fuerza el mandoble en la espina dorsal del pájaro, escuchó un leve grito de Lilian.
-Tranquila, no ha sufrido, ha muerto al instante, hay carne suficiente para un par de días.Ven ayudame a cortar las partes comestibles- dijo Bruce con impaciencia.

Lilian se acercó temblando hacia el cadáver del animal. La sangre había teñido la nieve de rojo, y la verdad es que no era una imagen muy agradable. Sacó la espada con cuidado y se colocó al lado de bruce, mirando al pájaro.
-Claro, dime dónde hay que cortar -del cuerpo no salía ninguna clase de fluido extraño además de la sangre, y prácticamente no olía, eso era una buena señal- ¿habías visto antes un animal así?
-No tengas miedo, que muerde- dijo Bruce mientras sonreía orgulloso de su caza- Basta con que le cortes las alas y la cola, yo me encargaré de la cabeza y las patas, también lo trocearé- empezaron a cortar sus respectivas partes en silencio.- Es un pájaro Grisi, son muy comunes fuera de las murallas- al terminar la frase Bruce le cortó la cabeza al animal y empezaron a quitarle las plumas y a trocearle.- Coge un saco negro que hay en mi bolsa, llénalo de nieve y empieza a meter pedazos, así se conservará mejor.
-¿Se supone que eso era un chiste? -dijo Lilian soltando una pequeña carcajada- no sé si reirme o llorar...
Descuartizaron al animal en silencio hasta que de él solo quedaron los huesos y algunos trozos de carne. La chica cogió el saco negro e hizo lo que Bruce le dijo, en nada volvieron a avanzar por el bosque, pero esta vez seguros de que comerían.
-¡Mira! -las montañas recortaban el horizonte a lo lejos- ¡ya casi estamos llegando a las montañas! -se paró en seco- pronto vamos a dejar de estar en territorio de Pylori, debemos tener cuidado

-Debemos tener bastante cuidado porque hay bastantes trampas que solo los los de Nijaru saben localizar, pero es fácil saber cuando vamos a estar en territorio Nijaruense- dijo Bruce con bastante suficiencia- la nieve tiene un tono mas amarillento, ¿te habías fijado alguna vez?
No, nunca -dijo sorprendida- ¿es por las cenizas que desprende el volcán?
Llegaron al pie de la montaña y comenzaron a subirla, no encontraron trampas por el camino pero el terreno se hacía cada vez más empinado y les era más difícil avanzar. Se habían parado a descansar en una ladera cuando oyeron algo salir de entre las rocas. Lilian casi se cae del susto al verlo, a simple vista parecía una especie de dragón, pero no tenía alas, y la cola se subdividía en cinco partes, cada una de ellas con una terminación afilada que parecía venenosa... la criatura mediría algo más de tres metros y era de color negro, aunque con el sol tenía reflejos verdosos.
-¡Bruce! -gritó la chica sacando la espada mientras la criatura corría a avalanzárseles encima y los dos amigos saltaban a la nieve para esquivar la envestida.
-¡Ve detrás de esos arbustos!- gritó Bruce a Lilian mientras sacaba su mandoble- ¡no te muevas!
Bruce corrió a pesar del dolor de sus piernas hasta la parte de atrás de esa criatura y con el mandoble consiguió cortarle dos de las cinco colas que tenía.
La criatura soltó un fuerte rugido y mientras comenzaba a brotar la sangre de esas dos colas cortadas, la criatura dió un zarpazo al pecho de Bruce que hizo que se perdiese el conocimiento durante unas horas.
Cuando se despertó lo unico que había era nieve, Lilian ya no estaba allí.



Lilian se escondió entre los arbustos y observó la pelea, al instante se sintió una cobarde. Vio como Bruce peleaba contra ese ser y cómo lo dejaba inconsciente, la criatura se estaba acercando a su amigo para darle el golpe final, pero no lo iba a permitir. Salió de los arbustos y le lanzó una roca al reptil, haciendo que se girase hacia ella. La chica empezó a correr por la espesura del bosque mientras la criatura la perseguía, el bicho era mucho más rápido que ella, en nada la alcanzaría. Cuando solo los separaban algo menos de cinco metros, la criatura soltó una llamarada por la boca, que le dio de lleno en la espalda a Lilian e hizo que se cayera al suelo gimoteando. La chica vio a la criatura acercarse a ella, al igual que había hecho con Bruce y en ese momento supo que no iba a salir de ahí con vida, estuvo apunto de cerrar los ojos y dejar que el reptil la mordiese para acabar con todo, pero recordó lo que le dijo Bruce, en situaciones de vida o muerte los soldados no son tácticos con la espada, se limitan a defenderse así que mientras la criatura abría sus fauces y se abalanzaba sobre ella, agitó la espada hacia ella, una y otra vez, haciendo que retrocediese. El monstruo estaba cada vez más furioso, y en un último intento, se echó sobre Lilian, que pegó un grito y blandió la espada con fuerza mientras cerraba los ojos. Luego solo hubo silencio. Por un instante pensó que estaba muerta, pero luego sintió el dolor de sus quemaduras y abrió los ojos... y allí estaba la criatura, tendida en el suelo y con la cabeza a más de dos metros de distancia del cuerpo.

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